Jugaba con su nombre: el mar, la luz, el marinero, la armada marina.
La que me agarraba de la mano cuando nos bajabamos del jepp para caminar entre matorrales hasta llegar a la casa hecha con esterilla y barro. Era todo un palacio para mi.
La que me llevaba a hacer la fila en la esquina de la casa y recoger agua para poder bañarnos y cocinar.
La que podía reírse con tanta fuerza, que su alegría se metía debajo de las puertas de los vecinos.
La que vendía Chance. La que tenía una tiendita y me daba el placer de comerme los chitos y quedarme con los muñequitos del chavo del 8 (aunque a escondidas).
La que me hacía verla, como el chavo del 8 veía a Florinda Mesa.
Ella es mi doña Florinda, mi doña luz marina, la que me dio la vida, la que hoy celebra su vida. La que aún me agarra de la mano, su espíritu me da mi luz y su amor es del tamaño del mar.
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