lunes, 8 de octubre de 2012

El eterno tema de La Paz



Recuerdo ver a mi tía haciendo el dibujo de una paloma con tiza en el andén de nuestra casa.  La amiga de al lado hacía lo mismo en el de la suya. Era muy niño y por esos días veía palomas en los comerciales y noticieros de la televisión. La gente marchaba en las calles con carteles mostrando al ave en medio de los colores de nuestra bandera. Por mi corta edad, no entendía muy bien de que se trataba todo eso, sólo lo relacionaba con una palabra: La Paz.
Era la paloma de la paz. El presidente Belisario Betancourt había instalado mesas de negociación y por ese entonces el sueño de nuestro país era tener a la paloma en cada una de nuestras casas, de nuestras vidas. Como niño, y como muchos soñaba con la paz, aunque no comprendiera muy bien porque se necesitaba.
Pasaron más de una decena de años, estudiaba en la Universidad Sociología y el tema de la paz volvía a ser protagonista principal en las calles de los barrios. Ya mi tía había fallecido, además nadie dibujaba palomas en los andenes. El presidente Andrés Pastrana había retirado al ejército de San Vicente del Caguán y las FARC estaban gobernando sin obstáculos militares, en ese pequeño terruño de nuestro país. Todo ello a cambio de propiciar unos diálogos, entre ellos y el gobierno para llegar a unos acuerdos y lograr la paz.
Ahora sí entendía algo acerca de la guerra. Entendía que los intereses económicos y el abuso de la oligarquía habían obligado a algunos corajudos campesinos a esconderse en las montañas a tomar las armas y con ello llegaba la guerra del fuego cruzado en los campos y veredas: la de La Fuerzas Militares contra los grupos subversivos. Luego que los ganaderos se habían armado para enfrentar a las guerrillas, completando con los dos anteriores un tridente de terror para la gente del campo. Todo esto obligaba a los campesinos o indígenas dedicados a sus tierras abandonar sus fincas y llegar a las ciudades en condiciones difíciles de supervivencia. Esta era la guerra de la que tanto hablaban los noticieros y el gobierno. Sin embargo mis dudas sobre el tema de la paz persistían. ¿Qué significaría la paz para Colombia? La respuesta era muy fácil para el gobierno y para los medios de comunicación: el cese al fuego y la entrega de armas por parte de las FARC. (Hablo de las FARC, tal como los medios y el gobierno, siendo consciente que hay otros grupos, como los paramilitares y el ELN, por ejemplo)
Hoy, en las redes sociales encuentro avisos, caricaturas y fotografías que hablan de la paz. Ya mis años de pregrado en la universidad habían terminado y en medio de la docencia, la investigación y el trabajo con las comunidades, el tema de la paz era cada vez más difícil de resolver. Han pasado un poco más de diez años desde que en el Gobierno de Pastrana nos hablaran del tema, y en esta oportunidad, el presidente Juan Manuel Santos es quien ha propiciado los espacios de diálogos a realizarse en Oslo, donde Cuba y Noruega son países garantes en dichas conversaciones.
En medio de tantos intentos de diálogos, las acciones militares de uno u otro bando seguían acabando con la vida de miles de campesinos (incluso de indígenas) y gente de escasos recursos que se vistieron de guerrilleros, militares o paramilitares (o simplemente se vistieron de gente). Pero además, en las calles de las ciudades el narcotráfico y la delincuencia común también acababan con las vidas de otros miles de ciudadanos: Carros bomba, Asesinatos a sindicalistas y líderes revolucionarios, Asesinatos por robos o situaciones entre pandillas juveniles, etc. Mientras que otro gran porcentaje vivía a diario en medio de la miseria, sin empleo y buscando de cualquier forma conseguir algo para la comida del día.
Estas serían otras “guerras”, o sea otras necesidades de paz. Por supuesto que es importante de que los famosos diálogos lleguen a felices acuerdos. Ello garantizaría el silenciar los fusiles en los campos y con ello, que el presupuesto de la guerra disminuya y se aumente la inversión social. Digamos que ello sería la apuesta e ilusión de los que miramos aún con esperanza el tema de la paz institucional (ilusión doble por demás: La paz y políticas posteriores de afianzamiento social). Quedaría resuelto apenas un tema, y ¿los otros?
De los otros temas de paz no nos hablan los medios, ni el gobierno, ni nadie. A pesar que a diario vemos en los noticieros gente que asesinan por ajuste de cuentas, por robo o simplemente gente que lucha día a día por llevar una comida a su casa, el tema es sobre la otra paz. No hablan de la paz que garantice el cese de hostilidades que nos ha acompañado a los que hemos crecido en los sectores populares, en contra de aquellos que viven a diario su propia “guerra”: La señora que vende mangos en el semáforo, el niño que limpia vidrios obligado por adultos, el señor que sale todos lo días a vender puerta a puerta… Una minoría de ejemplos para quienes su enemigo es su propio destino, y un gobierno que prefiere invertir más en armas para llevar a los campos, que incrementar la inversión para evitar las otras “guerras”.
Nací, crecí y viví escuchando el tema de los diálogos de paz. Ahora mi presente no es la excepción. Pero la ilusión del niño que veía pintar las palomas con entusiasmo se ha diluído. Y no por que menosprecie el impacto de los acuerdos a lo que se puedan llegar y los consiguientes cambios o beneficios sociales, sobre todo para la gente del campo. Si no por que he crecido siendo testigo de las otras “guerras” de las que el gobierno y los medios poco nos habla.
Desearía llegar a la vejez y no escribir sobre el tema de la paz. Lo único cierto hoy es que mi tía no existe, tampoco las palomas dibujadas en los andenes, y en las esquinas el tema del fútbol o el de los realitys no alcanzan a ser desplazados por el de los diálogos de paz.

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