domingo, 5 de octubre de 2014

En un semáforo de Santiago de Cali.



Quince minutos para las siete de la noche. En el semáforo de la calle 44 con avenida 2 norte, un hombre de tez negra se me acerca: “El mundo gira y mañana seguirá girando, estén o no estén vivos ustedes. Así que deseo que disfruten y vivan esta noche de la mejor manera, a lo máximo y siendo felices.“
Con mi mano derecha tomo algunas monedas y se las entrego. Él las recibe y le digo: “Te quiero regalar algo que vale más que estas monedas.“ con mi mano derecha estrecho su mano izquierda y a la vez la aprieto con mi otra mano. Me responde: “Yo te quiero regalar algo que para mí es más importante que estas monedas.“ Eleva su mano derecha hasta la altura de su boca y dibuja una línea curva e invisible hacia abajo, al tiempo que desprende una hermosa sonrisa. Ya el semáforo estaba en verde.

lunes, 21 de julio de 2014

viernes, 20 de junio de 2014

El cielo era gris.



DISTRITO DE AGUABLANCA, Cali, Colombia 1986.

El sonido repetido de un balde que raspaba el piso con agua me despertó. Me senté en la cama para ponerme las chanclas que no estaban en el lugar donde las había dejado. Flotaban. La puerta estaba abierta y el viento helado que entraba solo era obstruido por mi mamá, que acurrucada intentaba sacar el agua con un balde. Levanté el toldillo y me bajé de la cama. De inmediato sentía como si miles de hormiguitas se me subían por los pies. Caminaba pateando el agua hasta llegar a la cocina para coger un jarrón metálico vacío. A esa hora aún  la mechita que salía del frasco transparente lleno de alcohol seguía encendida. 

Salía de la casa y el cielo aún gris, desprendía una que otra gotica. Mi mamá seguía en su tarea. Ya casi no quedaba agua dentro. Arrastraba el agua de la calle con los pies hasta llegar a la esquina de la casa. Habían unas cinco personas una detrás de otra. Yo era el único niño y era la sexta. Sentía frio. Mientras esperaba, distraía la mirada en los cientos de renacuajos que en el piso buscaban desesperados no quedar náufragos en medio de los lugares que iban quedando con poca agua. Veía también a mis vecinos a la entrada de sus casas como en una coreografía: inclinados y con balde en mano espantando la humedad de sus casas. Llegaba mi turno y me inclinaba sobre el grifo de agua para poner la jarra dentro. Un chorro fuerte lo llenaba rápidamente.

Entraba de nuevo a casa directamente hasta la cocina. Un mesón hecho con dos tablas y cuatro palos sostenía una estufa pequeña y redonda. Me fijaba que tuviera petróleo en la base. Con mis deditos sacaba algunas mechitas para que sobresalieran de la lata y luego las encendía.  Ponía encima el jarrón y le echaba un pedazo de panela dentro.
Mientras el agua se calentaba, un ligero olor a petróleo empezaba a mezclarse con el de tierra mojada. Una lagartija hacía movimientos rápidos sobre la pared de esterilla. Sentía cosquillas en la vejiga y salí corriendo hacia el baño. Con alguna dificultad abrí la puerta pesada de madera. El sentadero estaba hecho con palos y la humedad que lo cubría me obligó a permanecer de pie. Rápidamente me bajé la parte delantera de la pantaloneta y un chorrito amarillo salió con fuerza. Me gustaba verlo caer en ese inmenso hueco oscuro y casi sin fondo. Me gustaba el sonido de la caída con eco…

En la cocina mi mamá vaciaba el aguapanela caliente en un pocillo agrietado. Ya su misión había sido cumplida y ahora el piso que antes era pantanoso se había convertido en fango. Con pequeños sorbos tomaba el agua dulce y mordía pedazos de pan. Mi mamá hacía lo mismo. Sentía frío. Apretaba el pocillo con ambas manos y sentado en la banca veía como del cielo gris se desprendía una que otra gota. Mi mamá miraba al cielo y luego me miraba a mí. De repente ya no era una que otra gotica, eran muchísimas goticas.

jueves, 12 de junio de 2014

La Foto de Juliana.



Fijaba su mirada largos minutos frente al espejo. Sus ojos negros brillantes parecían congelados fijándose en el polvillo rosado que recién caía sobre sus mejillas. Bajaba lentamente su mirada y se detenía en los labios gruesos recién coloreados de rojo intenso. Los encogía apretando sus dientes con la boca abierta mientras un pincel bordeaba sus líneas casi de manera perfecta.

El rito estaba a punto de terminar. Estiraba sus manos y evitaba rozar sus uñas con cualquiera de los frasquitos que amontonaba en la mesita, mientras cogía las llaves. Al ponerse de pie, el corto vestido que le apretaba su cuerpo se le subía bruscamente. Casi de inmediato las palmas de sus manos intentaban en vano bajarlo hasta más no poder.  Unos tres pasos acompañados con el sonido que producía un tacón alto bastarían para llegar a la puerta.

Era la misma hora del  mismo día, que eran todos los días. Un reloj dentro de un círculo plateado colgado en la pared mostraba el número nueve y luego el cuarenta y tres. Aquel viernes algo detendría su impulso:

-Mami, ¿a qué hora vuelves?
El caminar de Camila se detendría, y sin mirar hacia atrás respondía golpeando cada palabra pronunciada con su acento:
-¿Qué haces despierta Juliana? Duérmase rápido.

Como todas las noches, Juliana permanecía con la cara hacia arriba y con la mirada fija en el techo, cubierta con la cobija hasta la parte final del cuello. Sus ojitos estaban bien abiertos, sombreados por sus largas y curvas pestañas. La luz amarilla del bombillo seguía iluminando la habitación, como toda la noche y madrugada, como todas las noches y madrugadas.

-Mami, siempre te vas en la noche y me dejas solita.

Un suspiro y un giro súbito hicieron que ahora Camila detuviera la mirada en los ojos de su pequeñita. No habían palabras. Sus ojos se inundaban progresivamente mientras empuñaba las llaves en una de sus manos. Recién se atragantaba sus palabras, y de nuevo un giro la ponía frente a la puerta, que abrió y cerró bruscamente. Ya Camila no estaba en el cuarto, que se quedaba con la luz encendida y los ojitos de Juliana bien abiertos, sombreados por sus largas y curvas pestañas.

El reloj mostraba el número seis, después un punto encima del otro y luego un número cuarenta y tres. La luz del bombillo amarillo a esa hora era vencida por la claridad del día. La puerta del cuarto se abría y se cerraba de nuevo. Esta vez un ligero chirrido reemplazaría la brusquedad con que se había cerrado antes la puerta.

A esta hora poco le importaba a Camila que tan arriba estaba el vestido. Sobre la mesa, algunos frasquitos se caían con el golpe de las llaves que recién habían sido arrojadas. Su rostro se había desprendido de los polvillos de la mejilla y del grasoso color que repintaba sus labios.

Torpemente se quitaba los tacones con la ayuda de los pies. De manera sigilosa y desequilibrada llegaba hasta la cama para sentarse en la orilla y luego estirar lentamente su cuerpo. Sollozaba.

El frío de su cama la hacía estremecerse y acurrucar su cuerpo cruzando las manos para apretarlas con sus rodillas. Como todas las mañanas y después de unos segundos, estiraba su mano derecha para bajar la cobija que permanecía en la misma posición. Agarraba la foto de medio cuerpo, y la apretaba en su pecho. En ella, los ojitos de Juliana permanecían bien abiertos, sombreados por sus largas y curvas pestañas.  

viernes, 9 de mayo de 2014

lunes, 31 de marzo de 2014

¿Vecino me lleva en quinientos por detrás?

Remembranzas de un sistema de tranporte en vía de extinción. 
Santiago de Cali, Colombia.



Sólo subía dos de los escalones, estiraba la mano para pasarle los quinientos y bajaba corriendo para subirme por la puerta trasera del bus. Algunas veces cuando no había ni siquiera los quinientos para negociar el pasaje, tocaba tirarse por la puerta trasera después de que el último pasajero saliera del bus.

Adentro, la música tropical que prefería el conductor atropellaba el ruido de las conversaciones, de los pitidos y de ese sonido gaseoso que emitía cuando frenaba abruptamente a recoger o dejar pasajeros.  

Con el bus lleno, la velocidad y los frenazos inesperados, nos hacían zamarrear hacia adelante y hacia atrás. No faltaba el valiente que gritaba: “Señor, ponga cuidado que no está transportando vacas.”  No faltaba tampoco quien se durmiera.

El señor que subía con los bultos y el racimo de plátanos, la señora gorda que atravesaba el bus llevándose consigo a todas las personas que encontrara a su paso, el niño que se vomitaba en tus pies, el alegato de una pareja, el señor que despedía olores nauseabundos de sus axilas o el que se subía a cantar con su guitarra, hacían de cada viaje una aventura única.

“Nenas mayores de 18 años, no pagan y van sentadas en las piernas del chofer”  uno, dos tres y muchos adhesivos pegados alrededor del bus podían leerse sobre todo cuando estaba vacío. Buscar el puesto al lado de la ventanilla con sombra era una especie de clímax, pues podía disfrutar del viento y el paisaje de la ciudad. Adelante, el conductor adornaba lo que era su “casa ambulante” con alfombras de terciopelo, colecciones de carritos o un zapatico de bebe. Al lado, una butaquita alfombrado donde lo acompañaba una mujer con un niño en el recorrido por la ciudad.

Tres cuadras antes de la llegada, con el bus lleno y lejos de la salida era una situación de gran preocupación: “permiso, permiso, permiso, permiso, permiso…” mientras, pisaba, y apretaba mi cuerpo con la señora que tiene la chuspa en la mano, el señor de bigotes y respiración fuerte, la joven de maletín escolar y no sé cuantas personas más… Por fin veía la luz al final para con un salto largo pisaba el andén.  Con el bus vacío era cuestión de agarrarse bien y tener equilibrio. Me dejaba en la esquina de mi casa.

lunes, 10 de marzo de 2014

La Política: Construir, mejor que destruir.

Hace algún tiempo opté por no utilizar este espacio para quejarme del mundo en el que vivo, no por que esté conforme con él, no por que considere que haya armonía y sea el que espere (sé que hay muchas personas dedicadas a eso y debe ser así), sino porque me parece importante construir, aportar, alentar, para que veamos el mundo de otra manera, regalando sonrisas, regalando amor, regalando propuestas para mejorar alguito, de este pedazo del mundo donde nacimos, vivimos y crecimos.

Para construir hay oportunidades, y esas son desde nuestra propia voluntad o desde espacios de participación política. Por voluntad somos muchos, innumerables que trabajamos con amor por lo que hacemos y lo que damos. Lo hacemos cuando menos pensamos, los hacemos cuando brindamos afecto, incluso a quien nos da desafecto. Desde espacios de participación política, hay personas que lo hacen, aunque tristemente la mayoría no. Nos perjudican maltratando nuestros recursos, irrespetando la vida, sin importar como mantener su poder.

Pero no todos son malos, como no todos por vivir en un país tan violento, somos violentos. Por eso me encuentro feliz y tranquilo por tener a un amigo que hemos apoyado y hoy ha logrado un espacio en el congreso. He sido testigo de su historia de vida, su humildad, su trabajo con muchas familias y su manera de hacer política: JOSE LUIS PÉREZ.

Aún falta mucho por hacer, aún falta mucho para que los colombianos sepan a quien elegimos y por que elegimos, esa es la otra cara de la moneda. Es triste leer un titular que textualmente enuncia: LLEGA LA TERCERA GENERACIÓN DE PARAPOLÍTICA AL SENADO (diario El Pais de Cali). Pero No me rindo,el trabajo lo seguiremos haciendo, esos muchos deben aprender que un voto irresponsable, nos puede costar a todos, a nuestros hijos, nuestros nietos y las próximas generaciones.

A JOSE LUIS PEREZ mis mejores energías y mis mejores deseos. para que desde el congreso al lado de los poquitos que representan a la mayoría, siga defendiendo lo público, siga aportando afecto y cariño a las familias por las que tanto trabaja. Yo por mi parte, seguiré intentando construir, seguiré intentando aportar.

viernes, 7 de marzo de 2014

Un día.








Por estos días vemos tantos candidatos que son elegidos por un día.

Montarse en bus por un día.
Ser vendedor ambulante por un día.
Visitar la casa de esterilla con techos de latas por un día.
Caminar por las calles polvorientas o embarradas un día.
Estrechar la mano callosa y maltratada del obrero un día.
Sentir el olor putrefacto de quienes viven cerca a los caños de aguas residuales un día.
Detener su mirada en tantas miradas llena de ingenuas esperanzas un día.
Abrazar a la señora que vende arepas en la esquina por un día.
Aguar sus ojos de dolor por ver la miseria un día.

Todo por un día.


Crónica radial: Los hombres que miran al piso.

Crónica que retrata la vida una persona que vive en la calle. A diario lucha por sobrevivir, mientras que un periodista aventurero quiere una entrevista para indagar acerca del hambre.

Recortes del documental La Ilusion. Momentos...

Trailer Documental La Ilusión

El tema de la desilusión escolar tiene su origen en una investigación desarrollada desde el campo de la sociología. Se trata de indagar aspectos del sistema educativo, haciendo énfasis en aquellos estudiantes que asisten a la institución, pero no les agrada la parte académica. Es lo que he llamado desilusión, otro tipo de deserción escolar, pues a pesar de que sus cuerpos están presentes, su mente vaga en busca de otras ilusiones.

Trailer Documental La marcha

El 6 de marzo de 2008 se llevo a cabo una marcha “En contra de los crímenes de Estado y los asesinatos de los paramilitares” convocada por el Movimiento nacional de las victimas de los crímenes de Estado. A esta marcha se unieron organizaciones sindicales, educativas, del sector de salud, desplazados, familiares de las victimas y grupos en defensa de los derechos humanos, entre muchos otros. Estas personas fueron asesinadas cuando buscaban reivindicar u organizar a sus comunidades con el fin de mejorar el acceso a las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI). Reivindicaciones que pretendían cambiar las condiciones de vida de personas como Don Juan y Puener.

Una canción desesperada

Vídeo que muestra el dilema causado por los humanos, debido al atropello cometido con los demás seres vivos... Libres los matamos, presos los desesperamos, hasta la muerte...

Hakuna Matata

Ejercicio de montaje, que anima a los personajes del vídeo Hakuna Matata... El propósito es describir elementos particulares de la Zuricata y el Tatabro.

Buscando a Marcela. Radionovela

Ejercicio de montaje: Remembranza

Ejercicio académico que busca representar la teoría de Kulechov: “El efecto Kuleschov puede definirse como cualquier serie de planos que en ausencia de un plano de situación lleve al espectador a deducir todo el espacio a partir de la visión solamente de porciones de ese espacio”.

El espejo, Sonoviso

El sonoviso es un trabajo especializado en la fotografía, donde interviene el sonido, como un elemento clave para la narratividad. El espejo narra la historia de Jimmy, un hombre común y corriente que se encuentra a sí mismo algunas noches...