Alguna vez escuché en una marcha gritar: “El pueblo educado, jamás será explotado“. Sí, estoy convencido: La educación es la tabla de salvación.
Cuando se habla de inseguridad, de violencia y de miedo social en nuestra ciudad, la mayoría de la población y los medios de comunicación enuncian una solución inmediata, que consideran eficaz: Militarizar. Incluso la mayoría de los políticos aluden al tema de incrementar el pie de fuerza. ¿pero esto de verdad es garantía de seguridad?
Es probable. La bota militar genera miedo, terror, tanto a los malos, como a los buenos y la represión es una de las formas de controlar el Estado, pero en este contexto no es la única salida, o mejor dicho, diría que no es la apropiada. Pienso que hay que atacar la raíz del problema. Con Hambre, sin tener como pagar Seguridad social, con problemas para pagar arriendo, sin un trabajo estable y bien remunerado o sin tener como ir un domingo a recrearse, el acabar con la inseguridad es una utopía.
Por ello debemos cuestionar y revisar con detalle las políticas que buscan utilizar los recursos en asfalto y en embellecimiento urbanístico. En nuestro contexto el énfasis se debe dar a la inversión social: Educación, salud, vivienda, recreación y deporte. De nada nos sirve tener un estadio de fútbol para un mundial o 21 super construcciones, cuando en las entrañas de nuestra ciudad hay cientos de niños desnutridos que no van a la escuela (el porcentaje de inasistencia llega al 35% de acuerdo al informe Cali en cifras), la mayoría de la gente de los sectores populares no tienen una eficiente prestación del servicio de salud, el 15,4% de los caleños están desempleados (cifras del DANE a mayo del 2011) y los semáforos se inundan de personas que buscan sobrevivir (y no menciono aquí muchos otros problemas sociales que tienen igual importancia).
Entonces, ¿cómo no vamos a vivir inseguros cuando la inversión social no es prioridad en las políticas públicas?
Por eso el llamado es a que desde las entrañas de nuestra ciudad se gesten las propuestas de inversión pública. Necesitamos que las comunidades se apropien de los debates en torno a la inversión del municipio, que desde abajo se propongan y se aprueben o desaprueben los acuerdos que se debatan en la administración municipal.
La pequeña revolución que propongo (y no es un invento personal) está fundamentada en los procesos de formación, en la educación. En que la gente del pueblo, del verdadero pueblo, reconozca los derechos mínimos constitucionales, desde el señor que vende dulces en la esquina, hasta la señora que vende chance. Todos debemos saber que el preámbulo de la constitución política dice: “El pueblo de Colombia, en ejercicio de su poder soberano“. Somos nosotros los llamado a direccionar las políticas de nuestro país y los representantes que elegimos deben estar a nuestro servicio. Además, no creer a ciegas en todo lo que enuncian o a las justificaciones que dan ante las legislaciones.
Debemos educarnos, formarnos, conocer el camino de las posibilidades que tenemos como pueblo en el ejercicio democrático.
Por eso no debemos creer en soluciones amañadas como el del problema de seguridad, cuando se dice que se soluciona con la fuerza militar. Debemos reclamar y exigir que las políticas públicas se encaminen a la inversión social. Debemos reclamar cuando hay destinación exagerada de recursos para construir carreteras y grandes edificaciones. Recordemos también que todos esos dineros salen de nuestros bolsillos. No permanezcamos más impasibles ante el manejo político de nuestra ciudad, es tiempo de aguzarnos, es tiempo de educarnos… “El pueblo educado, jamás será explotado“.