“Mataron al Mono Jojoy” escuché a alguien que gritaba en la calle con regocijo. No puedo negar que ese grito alertó mi curiosidad y casi que al instante prendí el televisor. El espectáculo de la pantalla chica tenía un ingrediente nuevo, fresco y de gran aceptación: Un campamento de las FARC había sido bombardeado y Víctor Julio Suárez Rojas, alias “El mono jojoy”, había sido asesinado en dicho ataque. En los noticieros ya tenían invitados y analistas políticos vía telefónica, y como suele pasar en estos casos, una y otra vez repetían la información.
El espectáculo mediático se prolongó y la agenda de los noticieros fue fácil de construir. No era para menos, el hecho significaba otro de los duros golpes dados por las fuerzas militares a ese grupo guerrillero, un trofeo de guerra donde se exhibe a uno de los hombres más buscados, con 15 órdenes de captura e investigado por otros 105 delitos.
La imagen de un hombre con el rostro quemado y el uniforme deshecho empezaba a darle la vuelta al mundo. Mientras, en las noticias veía a un reportero preguntando a la gente acerca de lo que pensaba a raíz de la muerte del “Mono Jojoy”. En las notas se mostraban rostros sonrientes de transeúntes o vendedores callejeros, felices afirmaban que vendría un país diferente.
Así mismo, no tardaron en llegar los mensajes virtuales por el Hotmail, el facebook, twiter, etc. Colombia de fiesta Nacional y la vanagloria a “nuestro glorioso ejército nacional”.
Fiesta por que el asesinato justifica la elección de un gobierno, pero más allá de eso, representa un mejor mundo para nosotros. Claro, ¿un asesinato termina con el narcotráfico, la delincuencia común, las desigualdades sociales, el hambre, el desempleo? o ¿mejora el sistema de salud? o ¿propende por una mejor educación?
A propósito de esto último, ¿cómo hablarle a mis hijos del respeto hacia la vida cuando le muestran por la televisión a un hombre masacrado a la hora del almuerzo? Tendría que explicarles que era un hombre cruel, sanguinario y que merecía morir de esa forma. En su ingenua capacidad de entender al mundo ya les estaría dando información vital para su futuro: si alguien te roba, róbalo, si alguien mata, mátalo. Obviamente prefiero intentar otra explicación, la de la manipulación ideológica utilizando los medios, pero no creo que le gane al impacto que en sí misma causan las imágenes.
Esa es la manera en que terminamos entendiendo el mundo, un pueblo que dibuja una sonrisa en su rostro por que el asesinato de un cabecilla es la garantía de un mejor mañana. Cuando mataron a Pablo escobar no se acabó el narcotráfico, cuando mataron a Carlos Castaño no se acabaron los paramilitares, ahora no se sabe con las FARC, pero lo único seguro es que los problemas más graves del país, la violencia oculta, seguirá. Mientras tanto, el televisor nos hará pensar en un mejor mañana para nuestros hijos, al tiempo que muestran bombas cayendo en la selva y cuerpos despedazados.
El espectáculo mediático se prolongó y la agenda de los noticieros fue fácil de construir. No era para menos, el hecho significaba otro de los duros golpes dados por las fuerzas militares a ese grupo guerrillero, un trofeo de guerra donde se exhibe a uno de los hombres más buscados, con 15 órdenes de captura e investigado por otros 105 delitos.
La imagen de un hombre con el rostro quemado y el uniforme deshecho empezaba a darle la vuelta al mundo. Mientras, en las noticias veía a un reportero preguntando a la gente acerca de lo que pensaba a raíz de la muerte del “Mono Jojoy”. En las notas se mostraban rostros sonrientes de transeúntes o vendedores callejeros, felices afirmaban que vendría un país diferente.
Así mismo, no tardaron en llegar los mensajes virtuales por el Hotmail, el facebook, twiter, etc. Colombia de fiesta Nacional y la vanagloria a “nuestro glorioso ejército nacional”.
Fiesta por que el asesinato justifica la elección de un gobierno, pero más allá de eso, representa un mejor mundo para nosotros. Claro, ¿un asesinato termina con el narcotráfico, la delincuencia común, las desigualdades sociales, el hambre, el desempleo? o ¿mejora el sistema de salud? o ¿propende por una mejor educación?
A propósito de esto último, ¿cómo hablarle a mis hijos del respeto hacia la vida cuando le muestran por la televisión a un hombre masacrado a la hora del almuerzo? Tendría que explicarles que era un hombre cruel, sanguinario y que merecía morir de esa forma. En su ingenua capacidad de entender al mundo ya les estaría dando información vital para su futuro: si alguien te roba, róbalo, si alguien mata, mátalo. Obviamente prefiero intentar otra explicación, la de la manipulación ideológica utilizando los medios, pero no creo que le gane al impacto que en sí misma causan las imágenes.
Esa es la manera en que terminamos entendiendo el mundo, un pueblo que dibuja una sonrisa en su rostro por que el asesinato de un cabecilla es la garantía de un mejor mañana. Cuando mataron a Pablo escobar no se acabó el narcotráfico, cuando mataron a Carlos Castaño no se acabaron los paramilitares, ahora no se sabe con las FARC, pero lo único seguro es que los problemas más graves del país, la violencia oculta, seguirá. Mientras tanto, el televisor nos hará pensar en un mejor mañana para nuestros hijos, al tiempo que muestran bombas cayendo en la selva y cuerpos despedazados.